11° Edición Digital de Artes y Letras “Elementos”
Autora: Melina Litauer
Partiendo con Andersen
En el año 1958, yo me encontraba cursando el quinto grado en Italia y estaba ausente de los acontecimientos que iban a sucederse. Mi padre trabajaba en la construcción y, debido a las inclemencias del tiempo, el trabajo se hacía escaso como así también las oportunidades de progreso económico. Por tal razón, él y mi madre decidieron probar fortuna en el nuevo continente. Juntos evaluaron la posibilidad de proporcionarnos un futuro mejor y se lanzaron a la aventura con toda la nostalgia que implicaba el desarraigo.
La despedida se produjo al terminar el año escolar. Mi maestra, “la signorina Panvini”, me regaló un libro de cuentos como recuerdo: “Las novelas célebres”, de Andersen. Con el tiempo comprendí que ese regalo había sido como un hilo invisible que me conectaría siempre con mis orígenes. Dentro de esas páginas, estaba envasada mi lengua natal: mi compañera de viaje y de vida. No sé cuántas veces los leí, pero cada nueva lectura, me producía más placer el sonido de ese lenguaje que, a la distancia, añoraba tanto. Mi idioma de origen, movilizaba las fibras más íntimas de mi sensibilidad.
Entre todos esos relatos, “La piccina dei fiammiferi” fue el que más me atrajo. Después de tanto tiempo y de tantas lecturas, me sigue emocionando por su triste contenido social: una pequeña niña vende cajitas de fósforos en una noche helada de fin de año. La nieve lo cubre todo. La gente que pasa a su lado la ignora y ella, sentada en el ángulo de tierra que forman dos paredes, se está congelando. Busca aliviar su sufrimiento encendiendo algunos fósforos. Cada vez que lo hace, se producen bellas visiones ante sus ojos: el fuego que arde dentro de una salamandra, una mesa repleta de sabrosos manjares, un árbol de navidad adornado con luces titilantes.
Sin embargo, todo desaparece al consumirse la llama. Al encender el cuarto fósforo, se le presenta la imagen de “la nonna” y la niña le ruega que la lleve antes de que se apague el fuego y desaparezca como todas las otras visiones. La pequeña enciende todos los fósforos a la vez y, en esa esplendorosa luz, la abuela la toma en brazos y, juntas, ascienden “alla nuova alba” donde no existen las miserias. Al despuntar el nuevo año, encuentran a la vendedora sin vida, pero con una sonrisa dibujada en los labios.
Mi hermoso libro de cuentos es muy anciano. Sus hojas se resquebrajan de sólo mirarlas, y les cuesta estar unidas. Cada vez que las hojeo, una a una se separan del lomo, así como lo hacen las hojas de los árboles en otoño. Juntas, estamos atravesando esa estación de nuestras vidas, con todo el amor que nos brindamos desde el año 1958.