VI Edición Digital de Artes y Letras
“La casa”
Autora: Lina Torres
Nostalgia
El teléfono celular inteligente me salió bastante pelotudo, así que no puedo mandarte una foto de las medialunas con abejas. Quería capturar el humito del café, porque detrás del vapor los autos se mueven lentos y me hubiera gustado que vieras las caras de los conductores que se mueren por cambiar de marcha y salir volando hacia las oficinas.
Desde este rincón del mapa tengo mil postales para que veas. Los niños descalzos que venden bolsas de basura, la gente que muere en la cola de los bancos antes de licuar el sueldo en las manos grises de los cajeros. Quería que vieras los puntos suspensivos en las estrellas cuando amanece. Quería mandarte una foto de una iglesia, donde un puñado de señoras se hincan frente a las estatuas y le dan de comer penas al eco de las maderas que rechinan; quería que sintieras el miedo que siento yo frente a los confesionarios, que degustaras la amargura de las hostias.
Quería mostrarte a los ciegos subrayando las veredas con sus bastones blancos. Quería que vieras la pasividad con que les rebota la ciudad contra los ojos abiertos. Pero el teléfono se ha declarado en huelga, y las palabras no le llegan a los talones a las fotos que podría mostrarte.
La ciudad está como la dejaste. Los mozos trapean los restos en las mesas, los amantes se despiden con besos calientes en las esquinas. Yo recuerdo una noche en la que se nos hizo de día hablando de esas cosas que a nadie le importan. Y recuerdo la llovizna colándose en nuestra despedida.
La mano que no manejo bien se retoba: mezcla acentos, destroza las palabras. Por eso prefiero las imágenes, los disparos al vacío, el obturador que devora el alma de las cosas. Escribir es poner una letra detrás de otra y me cuesta.
La ciudad que dejaste atrás no ha cambiado mucho. Todavía fingimos que sus calles son blandas, que podemos lustrarlas con ritmo de rutinas. Quisiera que vieras ahora lo rápido que se enfrían los desayunos cuando no estás del otro lado de los pocillos.
Voy dibujando círculos con el culo del vaso de soda. Y entre esos círculos que se suman va brotando la sospecha de que la distancia es una circunstancia, un accidente, una rueda humeando sobre el asfalto.
El tiempo pasa y las sonrisas envejecen, pero la tuya está siempre intacta. A veces me cuesta evocarla. Igual, las fotos a destiempo nos acercan. Cuando resucite la tecnología intentaré suplir estas parrafadas con claridad. Vas a ver que en este cuadro interminable falta, definitivamente, tu pincelada tibia.