1° Edición Digital de Artes y Letras
“Arte que se comparte”
Imagen: Paulo Finocchi
Texto: Marta Sampelayo
Gamine
Sólo fue el click de la cámara y la foto salió a la luz en la mañana brillante de los Jardines de Luxemburgo. Profusión de plantas, senderos floridos, arbustos, estatuas. Esos jardines suntuosos, a la italiana, diseñados por una reina, circundados por un lago que enmarcan columnas varias veces centenarias.
Y en ese paisaje, irrumpe como salida de un cuento, una niña pequeña, extraña, vestida de negro, con su pelo desprolijamente atado con un cordón… Parecía de otra época, con su carita entre asombrada y triste, subida a un monopatín, que denota su antigüedad.
De pronto, cuando la cámara se aleja, ya no estaba la niña de la fotografía… Miro a mi alrededor y, Nada… Ni rastros de ella.
¿Quién era esa nena? ¿Una ilusión, una aparición?
Me entero más tarde de que en tiempos de la Segunda Guerra, esos jardines habían sido bunkers de los alemanes… ¿Sería una niña judía cautiva allí durante esa época? Siento dolor y rabia al recordar esos momentos, al tiempo que pienso que fue una alucinación de mi mente, azorada por ese horror.
Miro, entonces las estatuas de los jardines, muchas de niños, unos sentados, otros jugando, con atuendos semejantes a los de ella. Y siento que, quizás, su espíritu libre escapó de la masacre para unirse a los otros chicos felices que representaban las estatuas.
¿Y la foto? ¿Un experimento lumínico?