III Edición Digital de Artes y Letras

“Matriarcal”

Autora: Cecilia Nori

Brotar

Gestar, parir, criar.

Nunca nada me cambio tanto como esto.

Vieron que es común escuchar decir, que a las embarazadas se les agudiza el olfato? bueno, yo creo que en verdad en el embarazo se te agudizan todos los sentidos. Incluso sentidos que van más allá de los que conocemos y nombramos. Sentidos, que creo, no son del cuerpo, sino del alma.

O al menos, fue así como lo viví yo.

Conforme pasaban los meses, y mi cuerpo crecía, y se hinchaba, yo me sentía cada vez más aturdida, y vulnerable. El mundo se sentía más que nunca un lugar hostil; y yo solo podía preguntarme “por qué? ¿porque hacemos esto los humanos? porque somos así?”
Empecé a cuestionarme muchas de nuestras, y sobre todo, de mis, costumbres.

Fui perdiendo poco a poco mi individualidad.
El yo, lentamente fue remplazado por un nosotros.

Mi cascarón, mi coraza, esa que había construido durante años… la que creí que era.
Se fue rompiendo.
Sentí miedo.
Mucho miedo.

Llegué al punto más álgido de mi vulnerabilidad justo antes de parir y fue ahí donde descubrí mi fortaleza. Una que nunca antes había conocido. Una fuerza animal.

Morí. En el parto. Y reviví.

Sentí como si mi alma, hubiera tenido que ir al inframundo, por el alma de mi hija.

y después de eso…

amor,

silencio

y quietud.

cortos días y largas noches aprendiendo sobre el amor, la quietud y la paciencia.

Y en el silencio. Un susurro se hizo presente.
Las voces de todas mis abuelas estaban ahí conmigo. Cantándome a mí, en las largas noches en vela.
Y pude sentir, como del fondo de mi ser, algo mágico brotaba.
Ancestral. Tibio. Puro y bello instinto.

Y fue así, como mi hija. Lo cambio todo.

Y me obligó a dejar de vivir por costumbre,
y comenzar a vivir a conciencia.

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