IX y X Edición Digital de Artes y Letras “Inocencia y Pulsión”

Imagen: Dina Elena Bairach

Texto: Nicola Javier Fazio Bairach

Amor

Ocurre en los meses estivales. Se levantan los vientos alisios del noreste de Nigeria conocidos con
el nombre del Harmattan y durante este fenómeno se multiplican los nacimientos pero también las
muertes de niños y niñas en Nguruma.

Del mito, Afia supo por su madre cuando apenas tenía siete años: -algún día verás tu vientre hincharse al igual que tus pechos- decía ´-como la harina de ñame cuando burbujea y se infla al calor de estos días de vientos secos y tras nueve meses saldrá de entre tus piernas una de las almas reencarnadas que vagan por el desierto. Ellas son arrastradas por Oyá y arrojadas dentro de los vientres de las mujeres así ocurre con el fermento de nuestra cultura que se renueva generación tras generación-.

Afia no recordaba demasiadas cosas de su niñez excepto los juegos con los demás niños de la aldea en el río Yobu y las largas horas de pastoreo de las pocas cabras que su abuelo le había heredado a su madre, pero esta leyenda a diferencia de otros registros tradicionales Afia podía recordarla con todos los sentidos, un recuerdo tejido en la argamasa de palabras que salían de la inmensa boca de su madre y que danzaban entre las telas adire de colores vibrantes, el olor especiado de las semillas de pimiento que desgarraba contra las paredes el mortero de piedra afirmado en sus muslos, que luego vendería en el mercado de Aje y el rítmico sonido del machacado que sonaba como un corazón vigoroso de un enorme y extraño animal: -Ten seguro que Oyá con el movimiento de sus vestidos de viento llevará una de estas almas hasta ti, pero también debe llevarse otras y devolverlas a la tierra quemada, nadie sabe nunca quien viene ni quien se vá,-tal es así el fermento de nuestra cultura- repetía.

La madre falleció pocos años después víctima de una de las tantas oleadas del ébola que Sacude Nguruma y la región. La hija de Afia, Zara, nació a los pocos años tras un difícil, largo y doloroso, parto. Su espíritu se negaba a ser arrojado a este mundo. Recién con el canto del primer gallo fue obligada a salir gracias a los desesperados y últimos pujos de Afia y las sabias manos de Folamola, la matrona y curandera amiga de su madre fallecida. Pero Afia no quiso vivir más atada a esa vida y decidida a escapar del fermento de su cultura que sentia era nada mas que el fermento de desgracias y tristeza decidió al poco de recuperar el ánimo y las fuerzas abandonar Nguruma hacia Niger aunque la advertencia de Folamola fuera contundente -Te robas un encarnado, eso mata más que la muerte misma, debes quedarte-

Afia no quería escuchar. Decidida a quebrar los sonidos de su aldea, ni las palabras de Folamola, ni los gallos de la mañana , ni las ráfagas del viento estival ni las tranquilas aguas del rio Yobu fueron ya para ella motivos de arraigo y se entregó a la tarea de terminar en ella misma la línea de largas generaciones de fermentados, se obligó a cerrar su memoria, aniquilar los aromas y los colores del mito del Harmattan. Con los pocos paquetes en los que metió toda su choza y con su pequeña anudada entre las telas de flores de uno de los vestidos de su madre partió hacia la estación de Borno Express Terminal. Una vez dentro del Bus con la niña entre su pecho Afia quedó a merced del traqueteo del desvencijado transporte mirando el infinito océano verde que lentamente se arrastraba hacia atrás.

Solo un sonido la inquietaba, había comenzado a escucharlo apenas se había sentado y sabía que no
se trataba del traqueteo del motor diesel sino que se trataba de algo más gutural. A las pocas millas de viaje, en la tranquilidad del descanso antes de bajar en Gare Routière de Niamey para hacer la combinación a Niger, el sonido se volvió insoportable. Este ya no provenía del vehículo, ni de las afueras ni de su imaginación sino que al apoyar la cabeza en el pequeño pecho dormido de la niña supo que de allí provenía el insoportable y rítmico sonido, de su pequeño corazón, como el de un pequeño y seco sonido de desgarro de semillas de pimienta contra las paredes de un mortero de piedra..

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