III Edición Digital de Artes y Letras
“Matriarcal”
Imagen: Javier Alejandro Schmalz
Texto: Cecilia de Vecchi
Mi risa inunda el colectivo, mis hijos son más serios que yo. El más grande buscó en google maps cómo llegar. Es su primer día de clase en una escuela nueva pero no lo puedo acompañar. El más chico se ríe del baile que hago en la puerta. Si tan solo supieran que muero por dentro…. Que los quisiera llevar en un auto calentito con un papá que los abrace. Pero el frío me devuelve a la realidad, así que les hago los mil chistes. Revolean los ojos porque mis chistes son tan malos que intentan no tentarse. Nos despedimos arriba del colectivo.
Nos abrazamos los tres. Intento no llorar. Lo único que les puedo dar hoy son abrazos y aprender a reír aún con el alma rota. Espero que alcance. Solo quiero eso hoy, que mi amor los alcance lo suficiente para vivir.
Porque ser mamá es construir todos los días desde un lugar incómodo, enfrentar todas las sombras. Apagar los incendios, incluso los ajenos.
No hay romanticismo, suavidad ni garantías. Todo lo contrario.
Da trabajo, cansa y muerde.
Te obliga a ir hacia abajo a lo profundo pero también te levanta. Te conecta con lo primitivo, con lo original.
Es un miedo permanente de ver sufrir a quien se ama sin condiciones ni miramientos.
Es andar desnuda y a ciegas. Es llorar en el baño para que no te vean y seguir porque en definitiva sin amor no se calmarán nunca las aguas de nuestro linaje. Ya nadie quiere ser madre.
Y las entiendo. Quién quiere criar sola, andar en carne viva, renunciar a los sueños y no poder ir al baño tranquila. A que la plata no alcance y a no saltearse ni una comida. Volverse aburrida, deforme y resignar todos los deseos. Pero algo me dice que a pesar de todo no lo cambiaría, volvería a pedir por favor que estos dos seres humanos me vuelvan a elegir una y otra vez con todas mis imperfecciones.
Cecilia De Vecchi