11° Edición Digital de Artes y Letras “Elementos”
Imagen: Argelia Franco
Texto: Glays Cepeda
Despertar
Despertó, sus ojos perciben como el resplandor de la luz matinal se filtra entre las cortinas, disipando salpicadas sobre el cuarto, sombras como fragmentos. El tiempo se balancea sobre su cabeza, en cada sonido del reloj. Se sentó en la cama. el cielo se transforma en una seda gris plomiza donde infinitas descargas eléctricas hacen estallar una tormenta, el agua parece purificar la ciudad a modo de despegue antes de lo ajetreado de la jornada. Un olor a tierra mojada lo despabila y le hace contactar imágenes del pasado: cada vez que caía un aguacero, la familia tenía más posibilidades de estar juntos, el apego a pequeños detalles que ahora solo encuentra en objetos y fotografías. Saca una que está pegada sobre el espejo y ve su figura a los 6 años tirada sobre el campo su rostro era pura sonrisas. Lo compara con su fisonomía actual donde ya no tenía espacio para el disfrute. Su cuerpo, encorvado y su rostro de facciones rígidas por el cansancio. Se dirige a la cocina y enciende el fuego para calentar el café, la cafetera chisporrotea, con un vapor azulado y reconfortante. Suena el teléfono móvil hasta aturdirse, la jornada intensa, entre juicios, amenazas, pagos etc. Lo mira apenas y abandona sobre la mesa.
En la radio comienza la rutina del desencanto entremezclado con el vacío, a ambos los silencia. Toma la decisión: es momento de hacer un recreo, recuperar esa capacidad o virtud de cuando era niño, vivenciar su relación con el entorno, natural, intangible, abstraerse. Se pregunta por qué estos años se convirtió en un autómata manejado por la obsesión hacia el dinero. A sus pies, una hoja seca y dorada que el viento deposita, será una señal de este para conectarse con el alma de cada hombre, pensó. Sacó la cafetera, su mirada se deja atrapar por los movimientos de las llamas: el calor de hogar. Una protección contra los males de este mundo, por sobre todo la pasión que le despertaba para crear figuras talladas en madera casi se mimetizan con sus muñecos de la infancia, cuando encendía el farol en el taller de su padre: trasladarse a tiempos arcaicos en las cuevas, ser parte de un grupo sentado alrededor de una fogata, danzando, amando, hablando un idioma desconocido, poniendo sus manos en la pared con sangre como testimonio. Cerró los ojos y su cuerpo estaba frente a su cuaderno. casi como en trance.
Involuntariamente la mano lo guiaba a desparramar miles de palabras, era el proceso de construcción de cada una de sus historias que guardaba le servía para ordenar su subconsciente basadas en sus alucinaciones. Su madre siempre le decía: Sos la imagen de tu abuelo, siempre en la luna. Comenzó a beber pequeños sorbos, apenas una llovizna desparramaba sus gotas parecían cristales que brillaban en los charcos, le permitían viajar con su memoria.
Dejó la taza y el acogedor sonido lo llamaba. Cesó la lluvia Respiro con toda la fuerza de sus pulmones un aire fresco mostraba una tarde poblada de novedad, el sol parecía maquilado de palidez. Apuro el paso para pisar los charcos, fluir y sentir sus latidos junto con ellos. salió al jardín, pequeñas hierbas ligeras y oscuras se asomaban como siluetas fantasmagóricas. No le gustaba ver tanto descuido, pero adolece en falta de tiempo. Se dijo casi en una voz apenas audible hasta para sí es hora de limpiar la maleza. Busco herramientas, se arrodillo, al introducir sus manos en el lodo suave y frío lo sobrecogió, pero una sensación de firmeza comenzó a subir desde la punta de sus dedos, brindándole seguridad: parecía salir raíces hasta llegar al centro de la tierra. Escarbo entre la desnudez.
Algo lo sobresalta, un dolor agudo atravesó su carne, la sangre mana cálida, abundante, como un río rojo y espeso, las espinas de un cardo son responsables. Se para y sale para curarse, pensó que esta noche escribiría por primera vez un poema y pondría en la puerta de su casa porque sabía que otros como él necesitaban recuperar aquellas palabras. Un rumor emerge del exterior, cada vez más potente Percibe con nitidez cómo se comunican, dejando el espacio cubierto de sonidos que se podrían confundir los habituales procesos de la cotidianeidad, pero estos son, libres, mutables, sostenibles, cíclicos, revolucionarios y etéreos, ellos construyen un universo paralelo poblado de fuerzas misteriosas, retrotrae al origen mismo de la vida.
Emocionado las lágrimas se confunden con el rocío de la noche que despunta en el horizonte- Se sienta y abraza sus piernas tratando de no perder detalle. Un perro negro y enorme aparece en su jardín saltando la medianera, mueve la cola, lo acaricia y lo invita a pasar. Pájaros dan comienzo a una danza sobre su techo, sus trinos eran melodías especiales, le conectaban con los ideales más puros, infinitos. Un gato blanco, se asoma por una de las ventanas, sus ojos azules son profundos, como los pequeños destellos del horizonte, sus ronroneos inspiran ternura. Lo acaricia. Se acerca. Lo sigue hacia la casa. Les brinda alimentos y agua, al concluir ellos dormitan. Él sabe que también comprenden, lo ha visto en sus miradas, mañana podrá iniciar su día sintiendo que es otro. La luna deja sus huellas transparentes sobre la ciudad.