V Edición Digital de Artes y Letras
“Corporal”
Autora: Mariana Grau
Texto: Romy Amodei
Mandale Fem Encaje
Hilando el sonido de las risas, todavía las escucho. Los recuerdos se fueron tejiendo con delicadeza con el paso del tiempo. La mágica infancia en la casa de mi abuela y mí tía. Hermanas ellas. Entonces no supieron que en la cocina del afecto de donde emanaban los inolvidables aromas iban bordando nuestra historia.
Entre tortas, tés y una mesa extensa de madera, sonaba la máquina de coser, iban y venían las agujas de tejer, yo expectante colaboraba con los hilos de colores, los ovillos de lana, encajes, terciopelos, brillos y botones por doquier.
El universo de mi niñez desplegado en un invierno que no se sentía. Entre retazos se iba también construyendo una identidad. Unidos y entrelazados los valores que hicieron nido sin aviso en el corazón.
La curiosidad e inquietud de aquella niña que fui empezaba a recorrer, abrir placares y descubrir más mundos. La intimidad de esas mujeres. Quiénes habían sido en su juventud. Alguna de ellas pudo ser una y una ellas. Los espejos del linaje femenino. El vaivén de la fantasía.
Disfrazarse con sus ropas, los tacos de la bellle epoque. Me habían contado algo de los años veinte parisinos y nombraron a una tal Coco Chanel. Me siento importante en mi propio desfile. Mi abuela y mi tía se reían y me abrazaban. Qué rico olor a torta venía de la cocina. Hora del té. En la mesa pregunté para qué se usaban los encajes, los escotes, las lentejuelas, los tajos al costado en algún vestido.
Se miraron y se preguntaron si tenía edad para entender el significado de ciertas palabras: sexy, llamativa, sensual. Habían sido así ellas. Pero sentían pudor de contárselo a una niña. A su nieta y sobrina.
Hoy me puse alguno de esos vestidos, no para jugar, y entendí el sentimiento y su cautela. Las vi bailando y cantar deslumbrantes. Con ellas cada rincón era certeza, seguridad y luz. Cuando vuelvo al centro que tejió con hilos dorados el holograma que marcaría mi camino, la simetría perfecta y el ritmo armónico. La tranquilidad de lo previsible.
El núcleo luminoso, pacífico y necesario. La casa que me devuelve al círculo continente y guía.
El que me coloca en el centro de mí misma. Pongo la mano sobre la foto y el calor enciende la máquina de coser”